La resaca de las privatizaciones
La falacia del "sector privado"
En la década de los ´90 de la mano de figuras tales como Bernardo Neustadt que enarbolaba el millón de dólares diarios que "perdían" los Ferrocarriles como discurso dilecto, el Gobierno de turno presidido por el inefable riojano Carlos I, llevo a cabo un proceso privatizador que remató literalmente los bienes del Estado (que somo todos, es bueno recordarlo). Así y a precios irrisorios se entregó el patrimonio nacional a Holdings privados, a empresas multinacionales, grupos de inversores, etc., sin marcos regulatorios concretos y eficaces, con valuaciones de los activos efectuados por las mismas empresas que presentaban la oferta de compra, con garantías de márgenes de ganancia por encima de los estándares internacionales (garantías que estipulaba el mismo Estado que aducía vender para reducir su déficit, tarea complicada si se está dispuesto a financiar ganancias privadas), etc. Los supuestos fondos que se derramarían generosamente sobre la economìa argentina, apenas consistieron en una deplorable cantidad de papeles de la deuda externa, y algunas sumas de dinero fresco que ingresaron en cuentas de las mismas instituciones que compraban las empresas públicas. Un gran engaño, que fue llevado a cabo frente a las narices mismas de la sociedad.
Por supuesto, esas empresas invirtieron muy poco dinero en tecnología, infraestructura, desarrollo, o cualquier aspecto que muestra que una compañía tiene más objetivos que ganar dinero a como de lugar. De tal situación proviene la "crisis energetica" cuyo epicentro es esa recalcitrante falta de inversión de las privatizadas que, aún con las pruebas a la vista, insisten en que es el Estado (todos) debe hacerse cargo de mejorar o montar nueva infraestructura. De hecho, Telefónica de Argentina ha presentado demandas ante tribunales internacionales denunciando al Estado Argentino, por ¡incumplimiento!!!!. Una empresa que ha facturado sumas siderales, que ha saltado cientos de regulaciones y sigue ejerciendo una política monopólica sobre un mercado cautivo, que ejecuta acciones cartelizadas y cuyos balances carecen de consistencia legal.
Hoy ésa empresa por fin está siendo cuestionada. No por el Estado en la persona del Gobierno, que sigue manteniendo una llamativa pasividad frente a los abusos de la Telefónica, sino por parte de FOETRA, un gremio que ha comenzado a darle pelea para recuperar parte de los derechos y beneficios sociales que el crudo neoliberalismo instauró como regla de toda relación laboral. Aunque el pasado del Sindicato no es claro en torno a la privatización de ENTEL (así se llamaba la empresa de telefonía estatal antes de ser desguazada) por algún motivo ha retomado la lucha.
FOETRA en el día de hoy tomó uno de los Call Centers con los que Telefónica atiende a Aerolíneas Argentinas (ejemplo éste que muestra cómo las grandes empresas reducen sus "costos laborales" tercerizando servicios: por ejemplo, Action Line, es una empresa que atiende toda la operación de REPSOL YPF, Petrobras, CTI, y otras firmas que derivan en trabajadores precarios gran parte de sus tareas de administración, marketing y Atención al Cliente: de ésta forma el empleado es empleado de la tercerizada pero no de la Empresa para la que desarrolla trabajos, por tanto, esa empresa "ahorra" dinero en la contratación del personal).
El comunicado de Telefónica es poco menos que apocalíptico y señala que el sindicato es violento, irracional y que de ninguna manera se puede dialogar.
En el canal de televisión Nº 11, conocido como Telefe, apareció una entrevista a una vocera de Telefónica. La misma definió por supuesto denostó al gremio y además señaló, muy suelta de cuerpo:
"-El aumento salarial ya está acordado, pero el Gremio se niega a aceptar algunas de las cláusulas que quiere la empresa"
Se ve a la representante perder un segundo de la seguridad televisiva de la que hacía gala hasta el momento y balbucea en tono más bajo la "naturaleza" de las cláusulas citadas:
"-Estos items se refieren a flexibilidad de horarios, aumento de la productividad y posibilidad de trasladarse para cumplir tareas en el resto del país...", concluyó sin mirar a la cámara.
Nada más ni nada menos que Flexibilización Laboral, otro de los flagelos que dejó como lastre la década del ´90 y que Telefónica insiste en establecer como marco de negociación. Trabajadores múltiples, sin horarios fijos, trasladables, mutables infinitamente. Todo lo que la flexibilización implica. En el fondo de esta práctica perversa se produce una inversión de la lógica económica: los desempleados lo son por su propia culpa
La llamativa pasividad del periodista que no pregunta y sólo afirma con la cabeza proviene de la composición del grupo económico dueño de Telefe: si, adivinó, el mayor porcentaje del mismo está en manos de Telefónica.
Ya Bernardo no asusta a Doña Rosa que cree haberse curado de espanto. Pero bien sabemos que Doña Rosa pisa dos, tres y cuatro veces la misma piedra e insiste en que es un colchón.
Marcelo Fernández Olivaresde la redacción de Urticultura