Postales del Primer Mundo
Los bares tristes y vacíos ya...
Es la siesta de un domingo en Buenos Aires. La Plaza de Mayo está llena de turistas con cámaras y cara de turistas. Caminar por la diagonal no evitó que me cruzara con la fauna previsible, familias con todo y dependencias, jubilados, parejas, vendedores ambulantes y estafadores varios.
El sol aparece cada tanto, gambeteando las nubes de una tormenta indecisa que se deshace en amenazas.
Ahora enfilo por Bolivar, vereda izquierda, haciendo equilibrio en el sendero estrecho. Al llegar a Alsina, giro a la izquierda (abuso de Borges: en ese momento pienso que de algún modo trato de salir de un laberinto).
Me detengo casi a mitad de cuadra. En la otra acera, La Puerto Rico, me mira muda, con las persianas bajas, adornada con cadenas y candados.
Ahora estoy parado frente a una puerta cerrada. La casa está casi en ruinas, hay ventanas tapiadas y otras apenas veladas con plástico.
Me quedo mirando un grafitti: “Pelado”. Intento adivinar cómo es esta casa por dentro, los remolinos que agitaron su interior, la agonía que oculto pudorosamente. Es Alsina 451. La casa donde vivió y murió Luca Prodan, el Pelado, el Tano.
Luca murió de noche, solo en su casa y lo encontraron acostado, con una sonrisa en la cara, el 22 de diciembre de 1987. No se sabe a qué hora falleció. Tampoco está demasiado claro por qué, aunque una buena causa sería la cirrosis hepática.
La casa está en ruinas. Comienzan a demolerla. En cualquier momento va a desaparecer para dar lugar a uno de esos anodinos edificios que contienen la nada, que son la nada. No estará más la casa del Pelado. No habrá dónde llevarle una vela cada diciembre:
“un tornado arrasó a mi ciudad y a mi jardín primitivo,
un tornado arrasó a tu ciudad y a tu jardín primitivo.”
La gente pasa y me mira ahí parado, observando esos escombros.
Algunos saben, la mayoría no.
El sol aparece cada tanto, gambeteando las nubes de una tormenta indecisa que se deshace en amenazas.
Ahora enfilo por Bolivar, vereda izquierda, haciendo equilibrio en el sendero estrecho. Al llegar a Alsina, giro a la izquierda (abuso de Borges: en ese momento pienso que de algún modo trato de salir de un laberinto).
Me detengo casi a mitad de cuadra. En la otra acera, La Puerto Rico, me mira muda, con las persianas bajas, adornada con cadenas y candados.
Ahora estoy parado frente a una puerta cerrada. La casa está casi en ruinas, hay ventanas tapiadas y otras apenas veladas con plástico.
Me quedo mirando un grafitti: “Pelado”. Intento adivinar cómo es esta casa por dentro, los remolinos que agitaron su interior, la agonía que oculto pudorosamente. Es Alsina 451. La casa donde vivió y murió Luca Prodan, el Pelado, el Tano.
Luca murió de noche, solo en su casa y lo encontraron acostado, con una sonrisa en la cara, el 22 de diciembre de 1987. No se sabe a qué hora falleció. Tampoco está demasiado claro por qué, aunque una buena causa sería la cirrosis hepática.
La casa está en ruinas. Comienzan a demolerla. En cualquier momento va a desaparecer para dar lugar a uno de esos anodinos edificios que contienen la nada, que son la nada. No estará más la casa del Pelado. No habrá dónde llevarle una vela cada diciembre:
“un tornado arrasó a mi ciudad y a mi jardín primitivo,
un tornado arrasó a tu ciudad y a tu jardín primitivo.”
La gente pasa y me mira ahí parado, observando esos escombros.
Algunos saben, la mayoría no.
Algunos me miran con un gesto de “Si, es cierto, ya no está el Pelado”
Otros me miran con un gesto de fastidio.
Pasa una policía seleccionada para patrullar una calle tan turística como Defensa.
Otros me miran con un gesto de fastidio.
Pasa una policía seleccionada para patrullar una calle tan turística como Defensa.
También me mira, pero con sospecha (para eso está, para sospechar de un tipo que se para frente a una casa donde no hay nada para ver y persiste en esa actitud por largos minutos).
Querría tener a mano un aerosol para dejar algun mensaje, pero luego pienso que el tano Luca me putearía por pelotudo.
Me suena en la cabeza el canto de tablón:
“¡Luca no se murió, Luca no se murió…!!!!”
Si, puta madre, se murió. En esta casa de Alsina 451. La casa también está a punto de morir y yo tengo un nudo en la garganta.
Entonces escucho un detallado insulto propinado por un peatón a un taxista incorregible. Pienso que las señales vienen de cualquier lado y no conviene desecharlas. Pienso en el Tano y que esa puteada es digna de él.
Me río y me voy cantando bajito:
“Basta!!! me voy rumbo a la puerta
Querría tener a mano un aerosol para dejar algun mensaje, pero luego pienso que el tano Luca me putearía por pelotudo.
Me suena en la cabeza el canto de tablón:
“¡Luca no se murió, Luca no se murió…!!!!”
Si, puta madre, se murió. En esta casa de Alsina 451. La casa también está a punto de morir y yo tengo un nudo en la garganta.
Entonces escucho un detallado insulto propinado por un peatón a un taxista incorregible. Pienso que las señales vienen de cualquier lado y no conviene desecharlas. Pienso en el Tano y que esa puteada es digna de él.
Me río y me voy cantando bajito:
“Basta!!! me voy rumbo a la puerta
y despues a un boliche a la esquina
a tomar una ginebra con gente despierta
esta si que es Argentina!!!.”
Al pasar saludo a la policía. Debajo de ese uniforme, no está tan mal.
Al pasar saludo a la policía. Debajo de ese uniforme, no está tan mal.