04 octubre 2006

Las damas de hierro


Hoy reflexionaremos sobre “qué hacemos cuando hacemos algo”. Pero sobre todo me interesa pensar qué hacemos cuando hacemos algo que muy probablemente estemos dispuestos a hacer independientemente de que sea o no una actividad remunerada.
Por ejemplo, una pasión de multitudes: los juegos de mesa. Para que una actividad sea considerada un juego de mesa debe tener dos cualidades: ser un juego, y que exista la posibilidad de que sea jugado sobre una mesa. Una vez aclarado este punto, nos dirigimos ahora hacía una enunciación taxativa de algunas acciones que pueden calificarse como juegos de mesa.
¿Podemos comenzar por el dominó, por ejemplo? Sí, podemos, porque lo decido yo, arbitraria y democráticamente. El dominó es un juego en el cual el que gana es el dominante, y el que pierde, es el dominado. El dominó es un lindo juego para jugar los domingós… los domingos. Se puede jugar con los amigos, o con la esposa, dependiendo de lo dominado que uno sea. Si uno es muy poco dominado puede llegar a jugarlo con dos minas. O más, si es un jeque musulmán. He intentado averiguar por todos los medios cómo se dice dominó en árabe, pero no lo logré. Pasemos entonces a las damas.
Las damas, en los países musulmanes deben andar con el rostro tapado. En occidente, en cambio, se puede jugar a las damas con la cara al aire libre, o bien en una habitación cerrada. El juego se compone de: un tablero, quince fichas negras y quince fichas blancas y dos personas. Uno de los competidores elige el color de sus fichas teniendo en cuenta que puede elegir blancas o negras, nunca rojas, por más comunista que sea. El otro participante sólo puede resignarse a utilizar las fichas rechazadas por el primero. Entonces comienza el juego: consiste en mover las fichas de casillero en casillero, en diagonal, siempre en las casillas del mismo color, porque, claro, sino no podría uno comerle una ficha al contrincante, y gozarle en la cara y llegar al otro lado para hacer dama, que es como un sandwichito de fichas que se pueden desplazar libremente por todo el tablero, y ganar la partida.
Pasemos a otro ejmplo más sencillo: el ajedrez. Pero… el ajedrez, ¿es un deporte o un juego de mesa? ¿O es acaso un deporte de mesa? ¿Y el teg? ¿Y el ping pong? Y la bicicleta fija, ¿es un deporte? ¿Y el aparato para hacer abdominales sentado en un sillón tomando caipirovska mirando a Alfredo Leuco?
No era más sencillo, prefiero seguir con un entretenimiento infantil: las figuritas. Es un juego sumamente inocente en el cual los niños juegan a acumular un capital, para lograr una posición dominante y aprovechar esa circunstancia explotando a sus amiguitos en el canje de figuritas. Lo único que puede haber de malo en este juego es que, como se trata de niños, no saben muy bien como manejarse y pueden hacer dumping, cambiando el precio de las figuritas dependiendo del comprador. Disculpen, pero en Urticultura no toleramos las desviaciones en el libre juego de la oferta y la demanda. Ahora nos ofendimos. Y nos llamamos a silencio.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Los juegos de mesa ya pasaron a la historia, son oxoletos. Ahora estan de moda los juegos electrónicos y las guerras preventivas, que son como el teg pero las fichitas son el tercer mundo y los dados son el humor de Bush y las oscilantes variables del mercado.

Anónimo dijo...

Y eso es mejor para vos? Ya el TEG me da náuseas por su "espíritu combativo" como para que venga ese norteño depredador de almas a tomarme por dado. Señor, lo invito a mi centro de reparación espiritual a conversar, té de duraznos mediante, sobre los aconteceres del mundo sin violencia y con mucho humo de por medio.

Alan Loreti dijo...

Yo lo propongo desde mi estatuto de experto en cuestiones de onanismo...
Juguemos al solitario, no solo por su caracter individualista, sino por que es el unico donde la trampa es un placer efimero.

Anónimo dijo...

Sin duda que todo lo nuevo es mejor, sino lo viejo nunca hubiera dejado de ser novedad y hubiera imposibilitado a lo nuevo de ser el paradigma reinante.

Por otra parte rechazo, no sin curiosidad, su invitación a su taller mecánico de almas currompidas.

Anónimo dijo...

Totalmente en contra del violento paradigma reinante...

Evo Pacifico

P.D.: igual al té y al humo se los iba a cobrar.