Acerca de los niños
Niños, niños. Luego de las mujeres, la especie humana que más alterna entre nuestro amor y nuestro odio son los niños.
Esos niños que al nacer ya nos dan una alegría inmensa por haber nacido “sanitos”, pero a la vez un intenso asco por llegar a este mundo impregnados de viscosos fluídos corporales.
Esos niños que nos llenan los ojos de lágrimas cuando aprenden a decir “papá” (ya que son incapaces de aprender palabras tan nobles como “Benicio”, “Cachi”, “Menéndez”, “Ariza” o “Grandinucci”), pero al mismo tiempo y a veces en el mismo momento, inspiran nuestra más profunda repulsión arrojando sus desechos dentro del pañal.
Una gran frase de nuestro más afamado intelectual, Borge Jucay, nos dice: “Los niños de hoy no son los de antes... son sus hijos”. Pero, ¿En qué se diferencian?
En primer lugar, en su temprana culturización. Los hoy padres crecieron viendo programas en los que grandes actores se desempeñaban como “Piluso y coquito”, “Bonanza”, una gran telecomedia para la familia rural, al igual que “La familia Ingalls”, o más cerca en el tiempo “Carozo y Narizota”, cuyos protagonistas hoy en día se dedican al periodismo de investigación.
Mientras tanto, los hoy hijos, crecen viendo programas como “Barney”, un dinosaurio violeta que hipnotiza con sus canciones (no confundir con el noble amigo del doctor Grondona), “Los teletubbies”, cuatro amigos imbéciles que no saben hablar pero ya viven en una pseudo comunidad hippie-gay; “Jay-Jay, el avioncito”, un aeroplano totalmente improductivo en el que no hay “bussiness class”, y otros tantos programas que no desarrollan ningún hábito más en los niños que el decir estupideces constantemente.
Eso explica por qué nuestros hijos al hacerse señoritas y señoritos continúan hablando imbecilidades y fantaseando con una integración de la izquierda en América Latina, con la defensa de los derechos humanos, con la derogación de las leyes de obediencia debida y punto final y cosas aún peores, como mi hijo, que llegó al límite de preguntarme si era correcto desalojar a los mapuches de mis campos. Nuestra niñez está perdida.
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