18 enero 2007

No siempre las mascotas son como sus dueños...

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Yo tenía una gata.
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En enero de 2006, hace un año, yo estaba de viaje... en uno de esos días calurosos recibí un mail de mi vieja avisando que una gatita siamesa había aparecido en la terraza... la matriarca del hogar se apiadó de la gatita, y le dio un tarro con leche. Era el inicio de una relación sentimental.
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Tiempo después de ese mail, volví a Buenos Aires y me encontré con el felino. Un animal hermoso, de características refinadas y sutiles, con una displicencia al caminar que nunca había visto en otro animal y un par ojos que se camuflan en el cielo despejado. Hermosa.
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Hacía más de un mes que estaba en casa y mi vieja la llamaba: “gato... gatoooo... chchch...gato... gato vení”
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La gata ni la miraba. Entonces me di cuenta cual era el motivo: necesitaba un nombre. Pero uno importante... no la podía llamar Piqui, Mishy, o una forrada semejante... era una gata siamesa.
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La llamé Carolina de Mónaco. Mi vieja lo aprobó. La risa de mi hermano hizo lo mismo. Y la sorpresa de todos los visitantes no hacían más que enorgullecer el nombre de mi gata.
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Pero ayer sucumbió la realidad. O mejor dicho, sucumbió una fantasía que parecía real.
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A todo esto.. durante todo este año yo no hacía más que franelear a mi gatita de la nobleza más noble del noblísimo continente.
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Pero como decía, la realidad nos atropelló.
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Mi madre, no se porque mierda, decidió que después de un año de vivir en casa teníamos que “llevar a la gatita al veterinario por si tiene algo... en definitiva es callejera”... mi vieja después de un año de dormir con la gata, alimentarla, bañarla, y demases, pensó que ya era hora de cuidar de su salud.
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Le pidió una jaula a mi tío el veterinario y la llevó.
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...mmm...
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A las dos horas escucho que entró a casa y me gritó: “¡¡¡negrooooo.... veníiii!!!”
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Corriendo bajé de la terraza e imaginé lo peor... y me di cuenta que tengo poquísima imaginación:
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-¡Es macho!- me gritó mientras bajaba por la escalera.
-¿qué?
- Carolina de Mónaco es un macho castrado.
- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡QUEEEEEEEEEEEE!!!!!!!!!!!
- Siii.. me lo dijo el tío...
- Pero capaz se equivocó... no puede seeeeeer...
- Si Negro... Carolina de Mónaco es un macho... no lo puedo creer.
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Mi realidad colapsó.
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Mi relación con mi gato ahora es extraña... todavía me cuesta aceptar que ya no tengo una gata machona, sino que ahora tengo gatito refinado, afrancesado y sin nombre.
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Hoy cuando me desperté y vi al gato transexual en mi cama me dio un poco de cosa... es complicado... sentí por un momento lo que debió haber sentido el papá de Florencia de la V.
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6 comentarios:

Ringo dijo...

Yo siempre vi algo extraño en esa gata de mierda. ¡¡¡Le faltaba el pito!!!

Diego dijo...

No lo puedo creer!!! Me hubieran dicho antes de...
bueno...
Me hubieran dicho antes!!!

Anónimo dijo...

jajaja Son muy tubérculos vegetales en esa casa.

Anónimo dijo...

Yo me encontre un gato negro en la calle y lo traje a casa, le puse Kropotkin, (me putearon por el nombre) ahora le dicen Krop, despues de leer esta historia, no me animo a llevarlo al veterinario, haber si ahora lo tengo que llamar "Rosa de Luxemburgo"!!

Urticultura dijo...

Yo tuve un gato, y como creíamos que era una gata, con mi vieja y mi hermano, le dábamos pastilas anticonceptivas. Pero vino un albañil a arreglar la cocina y cuando vio a la "gata" dijo, "que lindo gato". "¿Cómo gato" dijo mi madre. "Señora, esto es un gatazo". Por lo que esa sensación de mi amigo el Negro Niro, me resulta vágamente familiar. Tengo a mi favor el no haberla/o bautizado. Te acompaño en el sentimiento Negro.

Tania Guerrero dijo...

jajajaja... sí suele pasar, mi hermano y su esposa adoptaron una gata a la que le pusieron Ursula, pero cuando creció y le bajaron los testículos se dieron cuenta de que no podían seguirle llamando con un nombre de nena, pero el gato ya se había acostumbrado, así que ahora le dicen Ursu. =)