Las luces dicen que llegó el final
Hemos llegado al final. Es el fin de este capítulo, pero también es el fin de un ciclo. Urticultura, bajo este formato, ya cumplió.
Creemos necesario explicarles a uds, que nos han estado escuchando o leyendo durante todo este período asidua, esporádica u ocasionalmente, por qué NO terminamos Urticultura. Es decir, cuáles son las que podrían considerarse legítimas causas de fin del ciclo, pero en realidad, no lo son.
Vale aclarar, entonces, que no dejamos de hacer Urticultura porque nos vayamos de vacaciones a la bosta atlántica, aunque quizás lo hagamos. Tampoco porque nos hayamos separado por la influencia sentimental de una artista oriental ni mucho menos porque consideremos que ya hemos dicho todo lo que teníamos para decir. Tampoco porque consideremos que los estatutos de belleza, buen gusto, alta y baja cultura hayan sido derrumbados. Simplemente, creemos que hay otras formas de decir, otras formas de hacer y de intervenir que podemos utilizar, que necesitamos explorar, así como hay también muchas otras cosas de las que queremos hablar, pero con Urticultura no pudimos.
¿Por qué SI hicimos Urticultura? Porque queríamos un programa que jugara con el humor, con la ironía. Un programa que demandase atención y perturbara alguna que otra cabeza, que en lugar de ocultar las desigualdades de clase en las que se fundan las diferencias ideológicas, las pusiera sobre la mesa, ofreciéndolas, a quien las quisiera ver, manosear, y, en última instancia, quizás comprar.
Urticultura, fue una forma de dudar de nuestros propios parámetros como inquisidores de la sociedad y de esa “cultura” de la que queríamos burlarnos.
Plagiamos asquerosamente a la realidad y todos nuestros personajes han sido copias más o menos fieles de la fauna que pulula por las calles. Las palabras que hemos puesto en las bocas de los personajes provinieron de las cosas que solemos escuchar a diario: como Borges, ejecutamos uno tras otro los argumentos recogidos en los vericuetos cotidianos, los maquillamos, un trajecito de lentejuelas, prendemos unos petardos y ¡ahí van los fantoches! Un ejemplo como muestra: Jean Claude Vandor, presidente del Partido Encubierto de los Trabajadores Entregadores anticipó en meses los sucesos de San Vicente y no fue casualidad. No tenemos la bola de cristal, aunque no seamos del todo normales y sanitos. La cuestión es que, en nuestro país también, los sucesos se repiten, en los términos en que Marx presenta el 18 Brumario: una vez como tragedia y la otra como farsa. Ezeiza y San Vicente. Benicio es el reflejo de muchos Benicios de carne y hueso, mucho más dañinos que este personaje de radio. Así como lo son el dr. Ardilla, Evo, Aldo, Bety, Bernardo, Pastor y los demás. Entonces ¿Por qué utilizamos a estos personajes, si no estamos de acuerdo con ellos? Simple, porque son un espejo en el cual podemos mirar las llagas que cargamos con nosotros, esas llagas que nos hacen lo que somos, esas llagas que negamos (no somos racistas, no somos interesados, no somos desagradables, no discriminamos), o esas virtudes abstractas que pretendemos tener (somos derechos y humanos, gente decente, gente de trabajo). Estos tipos, entonces, pusieron en evidencia la enorme distancia entre el dicho y el hecho, o su peligrosa coherencia. Urticultura usó el humor como recurso, pero no es ni fue nunca un programa humorístico. Nació para incomodar, así que si no logramos que, al menos, les picara un poco la cabeza, hemos fracasado. Nació para mostrar que la cultura excede los marcos académicos y oficiales y que su alcance y definición corre por cuenta de cada uno de nosotros. Y, para eso, nos burlamos supina y alevosamente de los íconos culturales. Y creció pensando que desde el más cruel de los delirios, podía aportar un poco de aire fresco a la reflexión. Quizás nuestra falta de lucidez no ayudó, pero...bueno, al menos lo intentamos.
1 comentario:
El ultimo programa increible. Si bien ya no estaran en la radiofonia, espero que sigan publicando textos en la pagina... asi les robo ideas para usarlas en la radio...
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